sábado, 18 de abril de 2009

PHILIP K. DICK - ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, 2002, (1968).


El libro dormía en uno de los anaqueles de mi casa desde hacía no sé cuánto tiempo. Había desistido de su lectura un par de veces porque la traducción de César Terrón me parecía infame. No era un capricho: este hombre era capaz de meter el elemento compositivo “-mente” cuatro veces en veinte palabras. Llegué a buscar ediciones con otra traducción. Incluso una vez -¡Oh, insensato!- me descubrí ojeando en la Cuesta Moyano un ejemplar en inglés. Superada la frustración, tomé el libro que tenía en casa y me lancé. De pronto todo se hizo pasable.

Mientras devoraba la obra me preguntaba: “¿Qué habría en la cabaña del sheriff?”. Porque Philip K. Dick se refugió en una casita de campo propiedad de un policía local durante dos años, 1962 y 1963, en los cuales escribió once relatos. Agorafóbico y paranoico, en aquella cabaña sólo estaba él. Dick se creó su propio mundo, siempre torturado, mostrándose a sí mismo, despreciándose, porque la drogadicción es una muestra de poco aprecio a lo que somos. Y así es ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?

sábado, 11 de abril de 2009

STANISLAW LEM - Retorno de las estrellas, 2005 (1961)



¿Polaco? Era polaco. En mi suprema ignorancia no me había ni siquiera preguntado de dónde era Stanislaw Lem. La verdad es que antes de toda esta aventura literaria Lem me parecía un petardo. Ya lo he dicho. Y la impresión me la dio, si bien de forma espuria, una película: Solaris. El filme de Steven Soderbergh me aburrió, me pareció poca cosa, lento, lento. Y George Cloney, un tipo simpático y guapo sin recursos artísticos. Eso sí, en cuanto me introduje en la biografía de Lem me di cuenta de a qué autor me estaba enfrentando, quizá al más grande de la CF europea del siglo XX. Creo que a un escritor se le puede considerar de los grandes si tiene al menos dos obras de enorme relevancia social e influencia literaria, y Lem es uno de ellos si a Solaris le sumamos Diarios de las Estrellas (1957).

sábado, 4 de abril de 2009

CORDWAINER SMITH - Piensa azul, cuenta hasta dos, 2006 (1968)




A veces conocemos a alguien que viene de un lugar lejano, extraño, en el que ni siquiera nos habíamos parado a pensar. Y de pronto esa persona forma parte de nuestra vida. Creemos que nació y se crió en una línea de tiempo paralela a la propia, y que, quizá por el destino, se ha cruzado con la nuestra por una serie de casualidades. Pues esto mismo me pasó con Cordwainer Smith.

El libro estaba ahí, entre el montón de los baratos, de esos con colorines que parecen pensados para llamar la atención cuando se deambula aburrido por el aeropuerto. Lo cierto es que me atrajo la portada y que estaba en Carrefour. No tiraba de una maleta, sino que empujaba el carrito de la compra donde, además, descansaba mi hijo Jaime leyendo un tebeo de Mortadelo. Cogí el libro con cierta reticencia. Normal; entre tanta basura aspirante a bestseller qué podía haber interesante. Pero es que me encantó la portada. Me recordaba a aquellas cubiertas líricas de los cómics de CF que devoraba siendo jovencito. El título era extraño: “Los señores de la instrumentalidad”, con un subtítulo de juego de mesa: “Piensa azul, cuenta hasta dos”.

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