domingo, 31 de mayo de 2009

H. G. WELLS - La guerra de los mundos, 1981 (1898).

Si hay un libro con el que tenga una relación especial en mi vida, sin duda es éste. Y no es porque la historia que cuenta Wells sea hoy especialmente ingeniosa o la narración trepidante, es que fue un librito que me abrió un mundo nuevo, el de la CF. El sentido de la maravilla que produjo en mí, un niño de trece años –cuando los trece años eran lo que deben ser-, fue inconmensurable. La pasión que me despertó por la aventura libresca es impagable. Luego pasaron otros textos, otros géneros, otras páginas, pero ninguno como aquél. Tan fue así que lo he comprado por tercera vez para releerlo. El primero lo perdí en el colegio. Recuerdo perfectamente la escalera, la sensación, el chándal azul, la camiseta blanca, la búsqueda, las caras de yonohesido, las preguntas al bedel, y la carrera hasta el quiosco para comprar otro ejemplar. Nunca lo dije en casa. Quizá temía la reprimenda. Ese ejemplar lo leí dos veces, la segunda en aquellos viajes en metro, de pie, junto a esas blancas barras que siempre estaban brillantes y grasientas. Este lo perdí sin saber aún cómo ni dónde. Pregunté a la familia, rebusqué en sus casas, y nada. Impaciente lo encontré en internet, en una librería de segunda mano, a menos de cinco euros.

sábado, 23 de mayo de 2009

LARRY NIVEN - Mundo Anillo, 2007 (1970).



Leyendo la contraportada uno se puede imaginar a Arthur C. Clarke serio, con el cuello rígido, mirando fijamente a los ojos al lector primerizo, deslumbrando con una camisa hawaiana y espetando en un susurro: “Te recomiendo que te adentres en el mundo de la CF con este libro. Mola”. Y es que Clarke, padre reconocido del estilo hard, publicó El centinela en 1951, y después de que el complicado Kubrick llevara el cuento al cine le dio forma de novela en 1968 con el título 2001: una odisea espacial, dos años antes de que Larry Niven diera a la imprenta Mundo Anillo. ¿Por qué la recomendación de Clarke? Posiblemente se deba a que el tema es el mismo: la evolución natural e inducida.

sábado, 16 de mayo de 2009

JOE HALDEMAN - La guerra interminable, 2005 (1974)



Todos los autores son hijos de su tiempo, y sus obras son en buena medida autobiografías. Joe Haldeman no lo esconde. La guerra interminable se publicó en 1974, por un norteamericano excombatiente de Vietnam. Esto nos dice mucho sobre el contenido de la obra: por un lado, la guerra se presenta como algo estúpido, y, por otro, las preocupaciones y ensoñaciones hippies propias de la época tienen un lugar principal en la obra.

La condena de la guerra es la habitual: el conflicto sin sentido, el desprecio a la vida del soldado, el manejo de los poderosos, los intereses económicos,…; es decir, nada nuevo hasta el punto de que en sus últimas páginas, cuando todas las historias

sábado, 9 de mayo de 2009

JOHN WYNDHAM - El día de los trífidos, 2007 (1951).

John Wyndham, El día de los trífidos, 2007 (1951).

Al leer la biografía de Wyndham, un británico que vivió la Segunda Guerra Mundial, no es posible evitar el imaginarle en el desembarco de Normandía. Un escritor de CF en el Día D a la hora H, saltando del vehículo anfibio a la playa, chapoteando entre agua y sangre, sintiendo los estampidos de las bombas y de los cuerpos al caer, y empujado por el terror a correr, a correr un poco más. Una experiencia como esa tiene que cambiar la interpretación de la vida y del hombre, y en el caso de un creador literario, su modo de presentar la sociedad y al ser humano.

El día de los trífidos es indudablemente el resultado del Wyndham que sobrevivió en las playas francesas. La obra cuenta dos historias paralelas. Una es la de los trífidos, unas plantas

sábado, 2 de mayo de 2009

FREDERIK POHL y C. M. KORNBLUTH - Mercaderes del espacio, 2004, (1954).



Dos autores. Fue lo primero que me llamó la atención. ¿Cómo pueden escribir dos personas una novela? Entiendo la colaboración en un ensayo, en un temario académico, pero en una novela no me acaba de encajar. Vale; ya sé que hay de todo, lo acepto. Además, el que más me llamaba la atención de los dos escritores era Kornbluth. Murió con 35 años, casi el mismo número de pseudónimos que utilizó. Pegado a Frederik Pohl, uno de los más grandes, perteneció al grupo de literatos conocido como “The Futurians”, junto a Asimov, Damon Knight y James Blish. El nombre que se dieron, seguro que por deformación profesional, me recuerda al de aquellos fascistas italianos de Marinetti, también de principios del siglo XX, que tomaron el nombre de “Futuristas”. En fin.

Reseñas más leídas