domingo, 15 de mayo de 2011

ALGERNON BLACKWOOD - El Wendigo (1909)

Quien no ha ido de niño a una acampada en pleno bosque, y de noche, a la luz de la fogata, ha oído cuentos de terror, seguramente no podrá entender del todo el horror que se narra en este relato de Algernon Blackwood. No falta nada: la descripción de un bosque interminable, misterioso, sumido en un silencio que sólo se rompe por sonidos ajenos a la comprensión humana, y cinco hombres, cada uno un símbolo con el que el lector puede identificarse.


Ahora bien, todo ese simbolismo, muy básico en realidad, responde a una concepción particular de la naturaleza, el hombre, la ciencia y la religión. Es la segunda vez que me encuentro un vínculo entre un escritor de cuentos fantásticos y una sociedad esotérica y filosófica. En este caso, Blackwood
pertenecía a la Orden Hermética del Alba Dorada junto a escritores como Arthur Machen, Bram Stoker y otros menos conocidos. Este hecho es típico de la Europa del siglo XIX, aunque nace con las Luces y se prolonga hasta el día de hoy. Se trata de escritores que utilizan sus obras para transmitir sin ambages un mensaje.


"El Wendigo" es un cuento simbólico. Es la historia de una partida de caza compuesta por cuatro hombres blancos y un cocinero indio, Punk, que sale la última semana del mes de octubre en busca de alces en un bosque al norte de Canadá. Encabeza la expedición el doctor Cathcart, psicólogo autor de “La alucinación colectiva”, que se muestra como un incrédulo racionalista. Su sobrino, Simpson, es un joven estudiante de Teología, hace en la partida su bautismo de fuego. Llevan dos guías: Hank Davis, anglosajón, acostumbrado a la naturaleza, vulgar, y Joseph Défago, franco-canadiense, de Québec, que se comporta como “genuino tipo latino” y cae en “arrebatos de sordo mal humor”. Punk es el típico indio que conoce las leyendas del bosque, pero que guarda silencio para que el lector aumente su angustia y vea impotente a los protagonistas precipitarse en el horror.

El primer simbolismo que encontramos es el efecto que produce en el hombre el abandono de la vida natural, un tema corriente en una segunda revolución industrial marcada por la migración del campo a la ciudad. Blackwood nos muestra cómo el urbanita ha perdido las facultades que le enlazaban con la naturaleza, y ha olvidado, o desconoce, su poder y sus secretos.  El anglosajón, Davis, sabe controlar sus emociones, pero el latino, Défago, no, y sucumbe al Wendigo. Sí; otro tópico sobre la flema británica y la debilidad emocional del resto. Pensemos que la Gran Bretaña de Blackwood era entonces la primera potencia del mundo y, por tanto, y a su entender, el país civilizador.

El segundo simbolismo importante del cuento es el eterno choque entre la fe, que encarna Simpson, y la razón del doctor Cathcart. Bien, pues ni uno ni otro. Como buen miembro de una sociedad esotérica, Blackwood encuentra una sincronía entre el hombre y el todo, el cosmos, que sólo se puede entender a través de la conjunción de la razón y la fe. De esta manera, cuando Défago desaparece llevado por el Wendigo, Cathcart no supo racionalizar el episodio, y Simpson lo ordenó, pero no de una forma científica, sino entendiendo que había presenciado algo primitivo, ajeno a la civilización.   

Blackwood es citado normalmente como inspiración de Lovecraft, e incluso es incluido en “Los mitos de Cthulhu” (compilación de Rafael Llopis, 1970), ese volumen que se ha convertido en un icono para los seguidores del escritor de Providence. Sin embargo, si me preguntaran qué relación encuentro entre “El Wendigo” y los Primigenios o los Antiguos, no habría mucho que decir. Porque, ¿qué es el Wendigo? Es un ser que habita el bosque –como en otras tantas leyendas que atesoran pueblos o tribus-, mitad hombre, mitad animal, inmortal, que se desplaza con grandes saltos, y que corre por encima de los árboles llevando a sus presas. Su velocidad es tal que la fricción quema los pies de sus víctimas. Entonces, ¿qué hay en “El Wendigo” que pudiera tomar Lovecraft? Pues la ambientación, el uso del olor nauseabundo para anunciar la venida del mal, y el choque del hombre con algo mucho más poderoso que él, que habita la Tierra desde el principio de los tiempos. 

He visto por ahí que el monstruo de Blackwood se ha convertido en personaje de cómic, muy alejado de la descripción que hizo el escritor, que lucha contra Hulk y los X-Men, y en una revista, aunque había un fanzine muy famoso en los primeros años ochenta que adoptó dicho nombre. 

2 comentarios:

  1. Como ya comenté alguna que otra vez, me parece un ejercicio TREMENDO de ambientación y atmósfera literaria. Estoy seguro que esa fue otra de las cosas que Lovecraft adoró de este relato.

    Por cierto, no tenía el honor de conocer al Wendigo de los X-Men y... m'ha matao...

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  2. Jejeje, yo tampoco conocía la faceta X-Men del Wendigo. La verdad es que no se parece nada al de Blackwood. El del cómic es como un Big Foot cabreado metido a hombre de las nieves. Un churro, vamos.
    Y gracias por recomendarme este relato. :)
    Saludetes

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