Leí “Fundación” dos veces, pero hace tiempo, y no me decidí a seguir con el ciclo. Cosas que pasan. Tras lecturas complicadas, problemáticas, alguna angustiosa, que tenían de ciencia-ficción lo que yo de obispo de Huesca, me dije: “Un clásico”. Y volví a Asimov decidido a seguir con los psicohistoriadores. De esta manera conseguí dos novelas por el precio de una; porque así es “Fundación e Imperio”, dos partes surcadas por dos cuestiones filosóficas y, por tanto, debatibles.
Por un lado, Asimov juega con la idea de si existe el libre albedrío o el destino está escrito, con lo que las decisiones que toma el Hombre están predeterminadas. No habría libertad, y lo que creemos que lo es no sería más que una vana ilusión. La psicohistoria, que es la ciencia que Asimov inventa para la Trilogía, no predice actos individuales, sino