sábado, 1 de septiembre de 2012

ARKADI Y BORIS STRUGATSKI - El país de las nubes purpúreas (1959)


Si alguien, hoy, quiere saber cómo eran las novelas de anticipación de los años 50, ésta es su novela. Los hermanos Strugatski quisieron contar el modo soviético de conquista del espacio, en este caso, del planeta Venus. Nos encontramos, por tanto, con una obra en la que se explica de forma novelada la selección y entrenamiento de los astronautas, los debates y riesgos que se toman con los nuevos inventos para surcar el cosmos, el viaje por el espacio y la vida abordo, el descenso al planeta y los primeros descubrimientos. No hay espacio para el calor humano, el hard o la space opera, sino que parece un relato destinado a la propaganda política en la competición con EEUU en la conquista del espacio. Es más, aparecen China, Gran Bretaña o la India en el cosmos, pero nunca los norteamericanos. Es, por tanto, una crónica politizada y optimista de la expansión por el sistema solar. Un ejemplo:

-     -  ¡Nosotros, la tripulación de la astronave soviética “Jius”, en nombre de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas declaramos que la Golconda Uránica con todos sus tesoros son propiedad de toda la Humanidad!
Bikov se acercó al faro y fijó en el poste un ancho paño. El viento lo desplegó y apareció una bandera roja que en el crepúsculo purpúreo parecía negra, con una estrella dorada y el antiguo emblema –el martillo y la hoz- la bandera de la Patria.
-      -  ¡Hurra! –gritó Yurkosvkiy y Daugé empezó a aplaudir.

Este alarde de patriotismo comunista sorprende en los hermanos Strugatski, a tenor de lo declarado por Boris en El lunes empieza el sábado. Sorprende y no sorprende. Hay que entender que escribieron la obra en los años 50, vigilados por un Estado asesino, en plena Guerra Fría. Viene a ser como la canción que el cantautor comunista Víctor Manuel dedicó voluntariamente al dictador Franco. A pesar de ser una obra propagandística, el estilo de los Strugastski no es posible ocultarlo, y su humor fino hace que en ocasiones, al comienzo de la novela, Bikov, el protagonista, parezca Bill, el héroe galáctico.

Al ser una novela de anticipación, los Strugatski arriesgan en adelantos científicos y en vocabulario. Nos encontramos así con naves fotónicas –el “Jius”- que sustituirán a las atómicas –en la misma época, Asimov en la Fundación y secuelas basaba en lo atómica el avance de la Humanidad-, y con el término “cohetódromo”, que vendría a ser un aeropuerto para naves espaciales.

El tono épico lo inunda todo, en los cortos episodios que se suceden –el meteorito que pasa cerca del “Jius”, el bombardeo de protones procedentes del Sol, la llamada de socorro de otras naves, la muerte de los personajes o el enfrentamiento con la naturaleza venusiana-, y en los diálogos, como en la respuesta de Bikov a Ermakov, jefe de la expedición:

-       - Cumpliré cualquier orden suya mientras no sea contradictoria a los     intereses de nuestro Estado,… y partido, claro. Soy comunista.

La trama, sin embargo, es interesante, agradable, y se lee a buen ritmo porque el estilo de los Strugatski es fresco y directo. Los personajes están bien construidos, aunque son un tanto rígidos y estereotipados, lo que impide la empatía. El desenlace no sorprende. Hay un momento de inquietud previo al final, típico de los relatos de los cincuenta, pero sin que en  ningún momento pensemos en un drama ya que se trataba de hacer propaganda positiva y motivante. Sería interesante hacer una comparativa con la obra de Heinlein, a pesar de que el norteamericano escribió lo que le dio la gana, en concreto con Tropas del espacio, Consigue un traje espacial, viajarás, y el guion de la película Con destino a la Luna (1950), del que no quedó satisfecho.


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